Periodista con más de 25 años de experiencia y que actualmente se desempeña como colaboradora del diario El Comercio. Cuenta con una Maestría en Comunicaciones por la PUCP y un Doctorado en Antropología por la PUCP y la Universidad de Beijing. Además ha sido corresponsal de guerra en Afganistán e Irak.
Patricia Castro es una periodista que por diversas circunstancias de la vida siempre se encuentra en el lugar preciso donde ocurre la noticia. Ella se considera una persona privilegiada por haber tenido la oportunidad de cubrir algunos de los acontecimientos más trascendentales de los últimos veinte años como las guerras de Afganistán e Irak. “Por casualidades del destino siempre estoy en el lado en el que ocurren los hechos. Se podría decir que la noticia me persigue”, expresa.
A pesar de ser una experimentada periodista, en sus inicios no tenía planeado dedicarse a esta profesión, ya que su sueño era convertirse en escritora y veterinaria. “Siempre quise estudiar Literatura en la PUCP y Medicina Veterinaria en San Marcos. Durante cuatro años estudié ambas carreras de forma simultánea. Recuerdo que tenía que correr del Fundo Pando hacia Salamanca donde quedaba la Facultad de Medicina Veterinaria. Esos años fueron muy intensos, pero los viví con mucho entusiasmo”, señala.
Pero esos planes cambiaron rápidamente tras el fallecimiento de su padre. Este hecho la obligó a buscar un trabajo con el que pudiera solventar el último año de sus estudios universitarios. “Son cosas que pasan en la vida y que te encaminan hacia nuevos rumbos. En ese momento tuve la oportunidad de ingresar a practicar al diario El Comercio en la sección cultural. Fue así que me terminé inclinando hacia el periodismo”, sostiene.
La doctora Castro confiesa que su padre fue la gran motivación que tuvo para salir adelante. Ella siempre tiene presente el gran esfuerzo que él realizaba para poder brindarle una educación de calidad. “Mi padre trabajaba en el puerto del Callao. Para él era todo un orgullo que su hija vaya a la universidad y con mucho esfuerzo pagaba mis estudios. Yo soy producto del sacrificio de mis padres y de las familias emergentes que apostaron por la educación de sus hijos como la mejor herencia”, afirma.
En el 2001, mientras tomaba un curso en el extranjero, se le presentó la gran oportunidad de convertirse en corresponsal de guerra para el diario El Comercio. “Yo estaba en Taiwán estudiando un seminario sobre cultura y filosofía del oriente. En ese momento sucedieron los acontecimientos del 11 de septiembre. Yo no terminaba de salir de la sorpresa por lo que estaba ocurriendo cuando de pronto recibí un correo electrónico de Virginia Rosas, quien en ese entonces era editora de la sección internacional de El Comercio. Ella me comentó que estaban buscando un corresponsal que vaya a Afganistán para cubrir la guerra y me preguntó si yo estaba interesada. Yo acepté de inmediato porque me parecía un privilegio poder hacer ese trabajo”, comenta.
Fue así que llegó a cubrir las guerras de Afganistán e Irak, en donde se encargó de recoger los testimonios de las personas más afectadas por estos conflictos bélicos. Esas experiencias le cambiaron su forma de ver la vida y le dejaron momentos impactantes que nunca olvidará. “Lo que más me impresionó de la guerra fue el rostro de los niños sufriendo. Había niños que estaban completamente solos y que tenían que valerse por sí mismos. Es impresionante cómo la gente lucha por salir de esos lugares. Nos interesaba muchísimo contar el otro lado de la historia, quizás la cara más dolida y triste de la guerra”, señala.
A su regreso a nuestro país, decidió tomarse un año sabático para aprender más sobre temas de cultura oriental. Fue así que en el 2003 llegó a China con la idea de quedarse solo por un año, pero la cultura de ese país la atrapó y terminó quedándose hasta la actualidad. “Gané una beca para estudiar política china en la Universidad de Beijing. Mi idea era estudiar por un año y regresar al Perú, pero China es un país que te atrapa, es una tierra de oportunidades. Después de ese año se me presentaron distintos proyectos interesantes que hicieron que me quede mucho más tiempo del que esperaba. Han pasado 16 años y aún sigo en China”, explica.
Patricia Castro ha podido vivir de cerca la pandemia de COVID-19 desde sus inicios. Ella nos cuenta que la tecnología en China fue una de las claves para que este país pueda superar tan rápido esta crisis sanitaria. “La tecnología salvó a China. Aquí usamos una aplicación que monitorea nuestra salud constantemente. Esta es una aplicación semáforo que tiene tres flechas: rojo, amarillo y verde. Si sale rojo debes ir al hospital inmediatamente, si sale amarillo debes volver a tu casa y solo si sale verde puedes transitar libremente. En China tenemos que ir probando y comprobando que estamos sanos para poder ingresar a cualquier lugar”, comenta.
Este año ella tenía planeado volver a nuestro país y dedicarse a la docencia, pero la pandemia hizo que estos planes se posterguen. Sin embargo, aún tiene ese sueño pendiente de regresar al Perú y poner todos sus conocimientos a disposición de la sociedad. “Mi gran sueño es volver al Perú para ser profesora en la PUCP y enseñar sobre temas de cultura, literatura y política china. Yo estoy segura que en algún momento eso va a suceder y tendré la oportunidad de contribuir con la Católica, con el Perú y con la sociedad”, finaliza.