José Torero Cullen es considerado como uno de los mejores ingenieros en protección contra incendios del mundo y participó en la investigación de los 43 alumnos desaparecidos en Ayotzinapa, México, en el 2014.
José Torero es catalogado por su colegas y amigos como uno de los mejores ingenieros en protección contra incendios del mundo, aunque para él, tamaña mención es solo una exageración de las personas que lo estiman. El ingeniero Torero, o simplemente ‘Pepe’, como gusta que lo llamen, siempre está dispuesto a ayudar a todo quien necesite de sus conocimientos. “Creo que cuando uno tiene una competencia técnica, es su deber poner esa competencia donde se necesita”, afirma.
Es por ello que el ingeniero Torero pasa la mayoría de su tiempo entre aeropuertos y hoteles. Cada vez que lo contactan para alguna investigación o proyecto sobre protección contra incendios, él acude raudamente a poner a disposición sus conocimientos y habilidades sin importar la distancia. Él siempre está donde lo necesitan. “Generalmente duermo poco, mi vida es un constante jet lag”, comenta entre risas.
La historia del ingeniero Torero es particularmente curiosa, ya que, a pesar de ser de uno de los mejores exponentes en su rubro, no contó con muchas facilidades en el inicio de su vida profesional. Al terminar su carrera de Ingeniería Mecánica en la PUCP, y al no tener oportunidades de crecer laboralmente en el país, decide que era el momento de emigrar en busca de una nueva visión de vida. Por ello viajó a Londres como ilegal, donde trabajó en un McDonald’s friendo papas para costear su estadía. Después de un año en esta ciudad, se da cuenta de que debía volver a su pasión: la ingeniería. “Noté que el mejor mecanismo para ingresar a la sociedad y al sistema en el extranjero era a través de la universidad. Lo único que yo realmente necesitaba era conseguir el dinero mínimo para poder meter mi pie y después utilizar los mecanismos que la universidad brinda para mantenerme”, afirma.
Después de su travesía por Londres, regresó al Perú para poder postular a distintas universidades de Estados Unidos en busca de que una le diera la oportunidad que tanto ansiaba. “Un amigo y yo decidimos postular a 15 universidades americanas. Fue complicadísimo ya que solo existían dos fechas al año para poder rendir los exámenes, además, era una época donde no había internet, de manera que tuve que mandar mis solicitudes escritas a mano a través de correos postales”, recuerda.
Aunque sus exámenes eran casi perfectos, tenía un punto en contra: su promedio era bajo con respecto al de los estudiantes americanos. Eso hizo que tanto a Torero como a su amigo los rechazaran de 14 de las 15 universidades a la que postularon. “No nos aceptaron en ninguna universidad excepto en Berkeley. Después nos enteramos que nos dieron la oportunidad de estudiar en esa universidad por pura casualidad, ya que el profesor que estaba a cargo de las admisiones tenía un estudiante peruano y este último le explicó que aprobar cada curso era muy complicado en las universidades del Perú. Por esa razón nuestros promedios eran generalmente bajos”, aclara.
Su interés por la ingeniería de protección contra incendios nace de casualidad. Al inicio del ciclo académico, postuló para ser asistente de prácticas de algún curso en la universidad de Berkeley, pero solo había la disponibilidad de un curso de transferencia de calor que dictaba un profesor que era conocido por ser muy exigente y con el que nadie quería trabajar. Él necesitaba ese empleo para poder costear los gastos de sus estudios y su estadía en Estados Unidos, por lo que no dudó en tomar esa oportunidad, que más tarde le abriría muchas más puertas de las que él imaginaba. “En realidad, el profesor y yo nos llevamos muy bien. Sorprendentemente, al final del semestre, él me dice que va a empezar a trabajar en un nuevo proyecto para la NASA y que quería contar conmigo. Yo no entendía mucho del proyecto, pero acepté porque era muy atractivo ser parte de un proyecto con una institución tan grande y reconocida a nivel mundial”, recuerda.
De la noche a la mañana, José Torero comenzó a trabajar en un proyecto para la NASA, el sueño de todo ingeniero y que ni él mismo podía creer. “Tuve la oportunidad de que ese proyecto que estaba realizando se lanzara en el transbordador espacial. Lo que viví después fue alucinante, tuve que entrenar astronautas y hacer experimentos en los vuelos parabólicos”, cuenta.
Uno de los momentos más difíciles que vivió a lo largo de su impecable trayectoria profesional fue, sin duda, la investigación que realizó en México sobre el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, en el 2014. Durante un mes, Torero se encontró en el centro de un debate público donde era el blanco de críticas personales por parte de un sector de la prensa mexicana que trataba de desprestigiarlo. Fue un momento que lo afectó mucho. “Al principio para mí fue muy duro, la comisión decidió que era importante que yo pudiera defender mi posición, por ello me pidieron que atendiera todas las llamadas de la prensa. Básicamente tenía 40 entrevistas diarias durante un mes, pero finalmente se demostró que mi informe estaba en lo correcto”, concluye.